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sacanueces

T768 OCHENTA KILÓMETROS POR HORA

 En esa espalda de brumas donde el peso del universo descansa, donde la voz recorre ilimitada las distancias y trae los gritos cavernarios arrancados a las piedras, arrancados en el primogénito parto, el de la luz y la sombra; donde la lluvia lava la huella del olvido y el rastro tangible de los pájaros, de los que no pudieron volar; donde las tormentas arrecian contra la frágil memoria. En esa espalda, decía, donde el invierno se curte y se hace cristal el rocío; donde nace el ojo del huracán cósmico, el del minotauro ciego; donde abarcan las miradas el último presagio; donde la mano tiembla cuando esculpe el epitafio y las sombras lloran y gimen… y gimen y lloran con lágrimas endulzadas en agua bendita…                  …Sobre esa espalda, con el filo de la mirada, sin angustia ni dolor, sigiloso e imparable, sin descubrirse el velo, el destino fue dibujando, palmo a palmo, el plano de tu muerte. Vos, ignorante y soberbio, por la mera ilusión del poder, apretaste más y más el acelerador al entrar en aquella curva con serruchos pronunciados…Después, mucho después, alguien dijo que ibas como una bestia enloquecida, que el velocímetro de tu auto quedó clavado en los ochenta kilómetros por hora, como testimonio de tu locura;  aquel cinco de Febrero de mil novecientos treinta y tres.No se porque lo recordé, quizás sea por que hoy me duele la espalda.

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