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sacanueces

T 834 C aras, contracara, conciencia y fín

T 834  C aras, contracara, conciencia y fín

("quizás el suicidio sea lo único que detiene los caprichos de la muerte")

                                                                                             Sacanueces

CARA

... en este atolladero, donde el atasco es un verdugo impaciente,

me encuentro...

Los pájaros se secan de uno en uno en la espera,

ni tus ojos ni tus manos están,

no hay coloquio frente a la piedra y a la bala,

sólo zumbidos y después la orfandad.

Quizás es tiempo de romper el sonido por última vez

y dejar que me carcoman los ojos el vacío

y tener un agujero en cada lado de mi cabeza,

no esperar más de vos ni de nadie,

no esperar de mi,

encontrar, tal vez, la benevolencia del verdugo

y que sea rápido y eficaz,

que no le tiemblen las manos como a mi las piernas al tener que seguir,

que no vacile ni se compadezca,

que ya nada merezco lejos de vos (platillo del olvido),

hastiado de mí,

vencido.

CONTRACARA

... en este atolladero, te decía...

Con ese verdugo enorme que me tapa y entorpece,

con esa sombra que desalienta,

con esa piedad de retenerte y contener el plomo,

con esa crueldad de intentarlo todo,

de atascarte con ruidosos golpes,

de asustarte más y más,

para que te vayas y no regreses,

que no es tu día,

que no es tu muerte.

SEGUNDA CARA

... en esto que ya es fondeadero...

Donde la luz es tenue,

donde se acaba lentamente,

donde me siento cansado,

donde no puedo,

donde tampoco quiero.

CONCIENCIA ENTRE CARAS, CONTRA CARA Y FIN

Acá, exactamente acá,

donde el viento puede arrasar mis tréboles,

trémulos sentimientos infectados de inocencia.

Acá, en este borde de lo finito,

del barco, la mar y lo profundo,

del dolor amasado con lluvia y bilis,

donde mis dedos no te alcanzan,

donde todo es un alarido largo, extenso,

como la misma memoria lo permite,

donde el niño se ahoga entre las arrugas de la piel agotada.

(FIN)Acá te decía,

en el temblor de los dientes que muerden el hueso,

acá, a la intemperie,

con este olor de alma desesperada,

es desde donde brota la sangre del poeta (manantial utópico de centauros y pegasus),

de quien necesita empecinadamente vivir a pesar de todo

y llorar sobre el hombro blando de una amiga,

que como muralla lo pueda contener.

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