X108 COSAS DE CHICOS(cuento breve)
la siesta hace esfuerzos para escapar del calor, la sequedad oprime, si algo de brisa corre, levanta polvo y hojas sucias con tierra muerta
desolador el páramo, escasa la sombra del árbol seco, no muy lejos, en una tensa línea algo como vapor , enturbia, vibra verticalmente… es calor que sube del asfalto, de la ruta que parece arder; rara vez pasa alguien
dos niñas apoyadas en el tronco muerto del árbol sueltan palabras; de tanto en tanto miran a la distancia entre palabra y palabra; frases lentas, lentas las respuestas también
ahí el tiempo casi no pasa, siquiera a diez años llegan y ya ven el destino como un siempre igual –calor, más calor, más calor – y eso que ellas no saben nombrar pero la viven a pura fuerza de la misma vida, miseria, digo, pobreza y miseria
sin quitar la vista de allá a lo lejos una pregunta: - ¿sos de acá? –
-sí –
-no te había visto – la pausa se presenta ineludiblemente hasta prolongarse y perderse en un suspiro
-tampoco yo – le responde y el silencio se sienta entre una y otra, el calor aprieta un poco más
-¿donde estás? -
-acá, no ves –
-ah, bueno – le dice mirándola con cierto asombro; la siesta sigue siendo prisionera del sol, este la abofetea sin clemencia; luego de la pausa agobiante vuelve a preguntar: -¿tu papá te pega? – y un silencio duro se entremezcla
-no – seco y escueto el no
-a mi sí - y con urgencia muestra unas marcas en la cara y sigue diciendo: -mira, mira – y agrega: -ésta fue contra la pared-, señalándose la cicatriz que tiene en la ceja, -y esta contra la mesa –levantando la pera donde la luce
-¿te portas mal?
-no –contesta apurada, -es que a veces viene borracho y nos pega; por ahí mi mamá también lo hace –y acto seguido deja al desnudo la espalda donde largas marcas están profundamente impresas
-¡uy! ¡eso debe doler! -
-sí, pero ahora ya no siento nada –
-¿siempre te pegan? –pregunta con marcada curiosidad
-no, por ahí, no siempre –
-¿y por qué te quedas? ¡andate! – le dice con cierta rabia o principio de furia
-no se… qué se yo… ¿a dónde me voy a ir?... …los quiero – dice entrecortadamente y tomando aire, aire del más caliente, vuelve a preguntar con cierto tino de desconfianza: -¿y… seguro que no te pegan?
-no –
-¿no qué…? –
-¿qué no me pegan! –replica con cierto fastidio, llevando nuevamente la mirada a lo muy lejos, más allá de lo que uno cree
-¿ni tu mamá?-insiste como queriendo por fin descubrir una verdad, no puede ser que a un niño no se le pegue, pareciera pensar en la insistencia
-no – y el silencio caluroso lo invade todo, tan duro que parece un golpe de piedra
-¡qué buenos son! – lo dice con un hermoso brillo en los ojos
-no, no son buenos – lo dice balbuceando, en una voz apenas perceptible
-¿cómo que no?… ¡si no te pegan! – fastidiada le responde, casi reprochándoselo, justo en el momento en que un remolino les blanquea la cara con el polvo caliente de la tierra
-no tengo – y una lágrima corta le cae lentamente dibujando sobre el polvo de la mejilla su contorno bien redondo hasta caer casi evaporada, quizás llena de envidia
-ah – y rompiendo su sin palabras le pasa su brazo por encima de los hombros y quedan mirando sin ver, el páramo, el calor, la polvareda, la sequedad, y ese destino que aún no alcanzan a imaginar, con un tremendo silencio increbrantable
todo sigue igual, pero más punzante, en esa siesta junto al árbol donde se esfuerza la vida
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